lunes, 23 de diciembre de 2013

Capítulo 19: La cuarta prueba

PEQUEÑOS SINSAJOS, ARRODILLAOS ANTE MÍ. Creo que hacía siglos que no subía un capítulo tan cerca de otro. Pero como me he puesto mala y no salgo de casa....pues el aburrimiento ha hecho maravillas xDD Bueno, no os cuento mi vida. Aquí os traigo el capítulo 19 :33 Antes de nada, aviso para decir que he usado algunas frases o trozos del libro original de Los Juegos del Hambre, las necesitaba. Va a ver POV (voy a dejar de poner los puntos entre letra y letra, que cansa un poco) tanto de Prim como de Michel. No sé vosotros, pero yo creo que las cosas van a ser un poco distintas, va a ser más intenso.... Bueno, aquí os lo dejo!



POV Prim:

Allá vamos, mi cuarta prueba. Entro y la portezuela se cierra tras de mí. La oscuridad es profunda y agobiante. Entonces, una voz salida de la nada habla:
- Te encuentras en la cuarta prueba de "El examen". Dentro de nada dará comienzo- habla una voz aguada e irritante. Es la mujer que me llevó a la celda, no puede ser, ¿Es que esta tía no duerme nunca?- Pero antes, como al igual que el resto de tus compañeros, debemos comunicarte que esta ha sido modificada. La prueba ha sido diseñada no solo para atacar tus puntos débiles, sino para atacar también tus miedos- ¿Es por eso el
parche blanco que nos han colocado a todos en la sien? ¿Para saber nuestros miedos?- Además, la situación de combate no estará simulada tan solo en la Manzana. El lugar de la situación será un sitio específico para el sujeto que se encuentre realizando la prueba- hace una breve pausa- Puedes comenzar.

Por un momento, todo sigue a oscuras. Aprovecho esos breves segundos para poner en marcha mi cabeza. ¿La prueba ha sido modificada? ¿Con qué fin? No me doy cuenta de lo nerviosa que estoy hasta veo mis manos temblar. Vamos, Prim, si los demás lo han conseguido, tú también puedes.

Entonces, la claridad se hace tan cegadora que tengo que entrecerrar los ojos por unos momentos. Me encuentro en una calle del Capitolio, lo sé por los entrenamientos, en ellos nos mostraban las calles. Tengo una pistola en mi mano, y nada más. El suelo empieza a temblar a mis pies, me giro en redondo, mirando a todos los lados. Entonces, una masa increíble de agua aparece al final de la calle. No, agua no. No sé nadar. Es raro que no sepa nadar, dado que mi madre sí que sabe.
Una vez hace muchos años, cuando era pequeña, me llevó a un lago precioso en el bosque, allí intentó enseñarme. Al principio tenía miedo, pero después me confié. Y demasiado. Me encontraba en el centro del lago, vi a mi madre caerse en la orilla y hacerse daño en el pie. No podía levantarse, grité asustada llamándole.
- Estoy bien, Prim- me contestó- pero vuelve, anda.
Entonces, me di cuenta de lo realmente lejos que estaba. Me empecé a asustar, no sé por qué. ¿Y si no podía volver con mi madre? ¿Y si me daba un calambre o algo así? Me asusté tanto que comencé a temblar, y se me olvidó usar las piernas para flotar. Me estaba hundiendo. Movía los brazos desesperadamente, intentado salir del agua. Entonces, algo me agarró el brazo y me arrastró hasta la orilla.
- Prim- mi madre sollozaba, pero no podía verla, todo estaba oscuro- Prim, cariño.
Algo me golpeaba el pecho constantemente, quería que parara, dolía. Entonces, toda el agua en mis pulmones salió, y, junto a una gran bocanada de aire, abrí los ojos. Allí estaba mi madre, a mi lado. Estuvimos las dos esperando horas a que mi padre viniera a por nosotras. Mi madre no podía andar, ni siquiera sabía como había conseguido nadar hasta mí. Además, mi padre confiaba demasiado en mi madre, tendría que pasar bastante rato hasta que se preocupara y viniera a por nosotras. Cuando por fin llegó, tenía tanto frió que no sentía los dedos. Nos cogió a las dos y nos llevó a casa. Ese día le di un susto tan grande a mi madre que jamás intentó volver a enseñarme a nadar.

Y ahora tengo que enfrentarme a toda esta agua. Hace tanto tiempo que ocurrió lo del lago, que había olvidado que algo así me pudiera asustar. Salgo corriendo, lo más rápido que mis pies me lo permiten. Más adelante, la calle se bifurca en dos direcciones opuestas. Tomo la de la derecha. Estoy en un callejón estrecho, entre dos altos edificios. El agua entra por los dos lados del callejón y colisiona contra mí, a punto de derribarme. Me aferro como puedo a la pared, y consigo desplazarme hasta una puerta en el edificio de mi derecha. La abro, usando toda mi fuerza, y el agua me empuja al interior, consiguiendo esta vez derribarme. Me levanto como puedo, y, usando toda mi fuerza, la cierro. El lugar está en penumbra, pero puedo ver mesas metálicas, llenas de botes de cristal. Muchos de ellos rotos, y esparcidos por el suelo. En ese momento, oigo voces arriba. Gente corriendo, agentes de la paz. Solo tengo un momento para echar un vistazo a mi alrededor y ver dos puertas a cada lado de la habitación antes de que una de ellas se abra y los agentes de la paz entren en tropel. Corro hacia la otra puerta, escondiéndome a mi paso detrás de las mesas. Los agentes me disparan , pero yo no a ellos. Sé que debería, pero no quiero disparar a nadie. Abro la puerta y subo corriendo las únicas escaleras que hay tras de esta. No intento bloquear la puerta ¿De qué me sirve? Son muchos y la intentarán abrir a la fuerza. Llego a un rellano, me pisan los talones. A mi izquierda, hay una puerta, y lo demás es todo pared, ninguna escalera que suba o baje. Es demasiado obvio que la intención es que entre, no tengo otra opción. Me acerco a ella justo cuando una bala pasa casi rozándome el cuello, a mi izquierda, y choca contra el pomo de la puerta, haciéndolo estallar. Mierda. La golpeo a patadas. Claro, quieren que use la fuerza, mi principal punto débil. Contra todo pronóstico consigo abrirla, entro y cierro a toda prisa. Pero en su interior no encuentro lo que me esperaba (otra habitación, con alguna ventana quizás). El espacio en su interior es tan reducido que no puedo ni estirar los brazos. Y es redondo, completamente redondo. Entonces, el suelo bajo a mis pies, metálico, comienza a elevarse. Todo está a oscuras. Y, tras unos segundos que se me hacen eternos, la claridad vuelve a aparecer, cegándome.

Sólo soy consciente de un viento fuerte que me trae un esperanzador aroma a pino.
- Damas y caballeros, ¡que empiecen los Septuagésimo Cuartos Juegos del Hambre!



* * * * *

POV Michel:

Corro, los agentes de la paz siguiéndome. Sólo disparo a unos pocos en las piernas, con la única pistola que tengo. Al principio me desconcertó lo de que habían modificado la prueba, pero por ahora me está yendo bien. Estoy en una calle del Capitolio, tal y como se supone que iba a ser la Manzana. Estoy planeando mi siguiente movimiento, cuando un grupo de mutos aparece a mi frente. No, odio los mutos, me aterran. Me detengo unos segundos, momentáneamente aterrorizado. Rápidamente, me agacho tras un grupo de cajas y los observo. Son enormes como osos, pero sus mandíbulas están mucho más alargadas. En las encías, en lugar de afilados dientes, tienen una hilera de asquerosos tentáculos que se abren y dan lugar a cuatro dientes con forma de pinzas, realmente afiladas. A ambos lados de la mandíbula, junto con una lengua bífida, una baba amarilla cae hasta el suelo. Lo más probable es que sea venenosa, incluso corrosiva. En las patas tienen unas garras tan afiladas y largas que a muchos se les rompen al correr y apoyarlas con fuerza en el suelo. Se abalanzan sobre los agentes de la paz, destruyéndolo todo a su paso. Tan solo puedo oír los latidos de mi corazón. Ignora el miedo, ignora el miedo. El sonido de mis latidos se ve interrumpido por un rugido a mi espalda, me doy la vuelta, y un muto se abalanza sobre mí. Me aparto lo más rápido que puedo, pero no lo bastante. El muto me aplasta contra la pared a mi espalda con una de sus zarpas, empujándome el hombro derecho. Agacha la cabeza, noto su lengua pesada y babosa sobre mí. Uno de los tentáculos se abre y clava sus cuatro pinzas en la piel de mi hombro. Reprimo un alarido de dolor, y suelto un gruñido gutural, apretando los dientes. Levanto mi mano izquierda, ser zurdo me va a ser una gran ventaja, y le disparo entre los dos ojos. Durante unos terribles segundos, el muto está quieto, mirándome fijamente. Después, sus ojos se vuelven opacos, sin vida. Venga, esto no tiene que ser un fallo en mi contra en la prueba si salgo rápidamente de aquí. Ruedo, justo antes de que deje caer su peso sobre mí. Me levanto y salgo corriendo, alejándome de la batalla carnal que se está librando entre mutos y agentes de la paz a mi espalda. Pero no tengo tiempo ni de recorrer 20 metros cuando otro grupo de agentes de la paz entra por una calle a mi izquierda. Corro al edificio más cercano. Debe de ser uno de los laterales del edificio, porque no hay puerta. Rompo rompo una de las ventanas y me cuelo dentro, no tengo mucho tiempo hasta que los agentes de la paz entren. Y, en efecto, mientras examino el lugar dónde me encuentro (una gran habitación con una recepción, un par de negros sillones desgastados de cuero, dos ascensores, y unas escaleras) los agentes rompen todas las ventanas y saltan al interior. Corro hacia las escaleras, los ascensores no son una opción, podrían no funcionar. Comienzo a subir a toda prisa, los agentes están solo un piso por debajo. Me arden los pulmones, y, por fin, las escaleras acaban. Estoy en un rellano estrecho, la claraboya que hay por techo deja pasar una luz tenue que alumbra una puerta doble en el lado opuesto de las escaleras. La abro de una patada y la intento cerrar, aunque es imposible, porque he reventado el cerrojo. En cuanto echo un vistazo a mi alrededor, se me cae al alma a los pies. No puede ser, estoy en el techo del edificio, y ya puedo oír los gritos de los agentes de la paz. El edificio más cercano está demasiado lejos ,y, además, a la misma altura que este. Si tuviera un poco de menos altura, podría intentar saltar, pero es imposible. Los agentes están llegando. Miro fijamente al techo del otro edificio, y doy un paso atrás. Intento pensar cuál es el propósito de todo esto, otro paso. Siempre hay una opción, y tengo que mostrarles qué es lo mejor que puedo hacer, otro paso. De repente, la distancia entre los dos techos ya no me parece tan grande. Por eso, no siento miedo cuando, corriendo, llego al borde del edificio y, con mi mayor impulso, salto.


1 comentario:

  1. okey esto es raro mmmm.... la cuarta prueba es estilo iniciación de osadia en divergente porque???

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