Corro, los músculos me arden, jadeo por falta de aire, pero no me detengo, al igual que el resto de personas a mi alrededor. Me siento parte de algo. Aquí, dando vueltas a la base rebelde, con Alec a nuestra espalda gritándonos que no nos paremos. Entrenando con los demás. Hace casi un mes que comencé el entrenamiento, justo después de que me dieran por inocente y me sacarn de aquella especie de celda. Sé que no soy la peor, pero ni mucho menos la mejor. Tengo una puntería más o menos buena
con el arco, pero mucho menos que mi madre. A pesar de ello, soy mejor que los demás, porque casi ninguno sabe usarlo. Y me encuentro entre las mejores junto con Michel y Caroline en cuanto a estrategia de combate (Alec me dice que soy muy inteligente, aunque, la verdad, lo dudo) Pero en lo demás...soy de las peores, junto con Sarah. Ojalá fuera como mi madre, hábil. O como Michel, él sí que es increíble, la manera en que maneja las armas, como se mueve mientras corre, el hecho de que sea prácticamente el más fuerte en el entrenamiento, y el mejor. Una parte de mí lo adora por ello, y otra tiene ganas de golpearlo, ¿Por qué se me cada casi todo mal? Es una realidad, me gustaría ser mucho mejor, a pesar de que he mejorado... Si es verdad que me movía bien por el bosque, pero eso era a solas, en silencio, escondiéndome tras los árboles, acechando a un conejo o cualquier otro animal. Tampoco ayuda mucho ser baja. Al principio tenía la excusa de que acababa de comenzar, pero eso ya no me vale. Alec nos entrena, ya que al parecer no tiene nada mejor que hacer. En las últimas semanas nos hemos acercado mucho, es como un primo o algo así. Tropiezo con una piedra, y Lucy a mi lado sonríe, le saco la lengua, agotada. Paramos, hoy hemos estado unas dos horas corriendo, después de haber entrenado en la lucha cuerpo a cuerpo, una de las cosas en las que Sarah es tan torpe como yo. Ella es una persona demasiado tranquila y calmada, la lucha es algo incompatible con ella. Caroline es muy lista, pero no lo suficientemente fuerte. Y yo... soy yo. En cambio, Hannah es letal, recuerdo como ha derribado a Harry de una sola patada. Y Lucy es muy hábil, y rápida. Mike maneja las armas incluso mejor que Michel. James tiene una puntería increíble. Harry es muy bueno en el cuerpo a cuerpo. Al único chico que no entrena con nosotros es Charlie. Michel me dijo que fue él quién me delató, no sé que pensar sobre él, ni siquiera lo conocía. Tan solo lo he visto en el comedor, comiendo apartado, sin mirarnos, y con la cabeza gacha.
Todos juntos hacemos un grupo realmente bueno, es cierto que soy torpe, pero no parezco ser un peso para nadie... o eso tratan de hacerme creer los demás. Un día de los primeros, estaba realmente enfadada, nada me salía bien. A la salida, Alec me agarró del brazo y nos apartamos un poco para poder hablar.
- Prim, no te agobies, acabas de empezar, no tienes poderes o algo así.
- Da igual, Alec. Pueden pasar meses, incluso años, nunca voy a mejorar. No tengo nada que...
- Tienes coraje- me interrumpió Alec- Mucho más que un montón de soldados que conozco. Escúchame, Prim. Te vi allí en aquella cueva. Luchando para no ceder, luchando por tu hermano... hubieras dado la vida por encontrarle. Puede que no seas la más rápida, o hábil, o fuerte, o...
- Vale, lo capto- dije, tratando de esconder la sonrisa que amenazaba con aparecer en mis labios.
Alec rió.
- Lo que quiero decir, Prim, es que tienes dentro mucho más de lo que crees. A pesar de todo lo que te ha ocurrido, sigues aquí, en pie. Eres muy grande.
- No sé de que me puede servir eso a la hora de actuar, sinceramente...- dije con inseguridad.
- No todo el mundo daría la vida por la gente a la que quiere como harías tú. No te estoy diciendo que por tener coraje nunca te vallas a desmoronar y tener miedo. Pero hay cosas que no todo el mundo es capz de hacer. Aprende de ello.
Y se fue con ese aire chulesco que siempre le acompañaba.
Entramos en la base y nos dirigimos cada uno a nuestras habitaciones para ducharnos, y después ir al comedor. Debajo de nuestras sonrisas se esconde nuestro nerviosismo. Mañana es "El examen" antes lo llamaban así, era una prueba que se hacía a chicos como nosotros para evaluar si estaban preparados como soldados oficialmente. Ahora no se examina a nadie, es solo una forma más de entrenarnos, una prueba mayor a las que nos hemos enfrentado hasta ahora. Hay cuatro partes: una pista de obstáculos que evalúa la condición física, un examen escrito de tácticas, una prueba de habilidad con las armas y una situación de combate simulado en la Manzana (las trampas que se colocaban antes en las calles del Capitolio). Dicen que la última prueba está diseñada para atacar a los puntos débiles de cada uno. No tengo ni idea de lo que podría aparecer, estoy realmente nerviosa. Me despido de Caroline y las demás, excepto de Hannah, que para variar me echa una de sus miradas desdeñosas, algo de lo que Michel NO PARECE DARSE CUENTA. Además, esta mañana me he enfadado muchísimo al ver la intensidad con la que lo miraba mientras él se reía con James de algo. Lo miraba como si fuera suyo o algo así, y creo que empiezo a sospechar por qué. Me dirijo al cuarto que comparto con mis padres y con Finnick a pesar de ello es acogedor. Entonces, cuando estoy a la mitad del camino alguien me da una palmada en el trasero. Me giro bruscamente.
- EHHHH- le grito a un Michel que mantiene las manos en alto, intentando aguantar la risa- ¿PERO QUÉ TE HAS CREÍDO?
Me abalanzo sobre él, intentando golpearle en la cabeza, aunque me sujeta las manos. No para de reír a carcajadas, lo que me hace querer golpearle aún más. Al ver que no puedo deshacerme de sus manos, las empujo.
- De...-su propia carcajada lo interrumpe- deberías ver la cara de loca que tienes ahora mismo.
- IDIOTA- le grito, a pesar de que el momento de enfado se me ha pasado totalmente, solo quiero vengarme.
Mis brazos empiezan a temblar al hacer presión contra los suyos.
- ¿Te va a dar un ataque epiléptic....
Consigo soltar una mano y le golpeo en el estómago.
- Auch- tuerce la cara en una ligera mueca de dolor.
- Te lo mereces- digo, y ahora sí que no puedo evitar que se me escape la risa.
Antes de perder la dignidad riéndome demasiado de mí misma, me doy la vuelta y hago el amago de marcharme, fingiendo aún enfado. Pero sé que eso es imposible. Antes de que me de cuenta Michel se coloca detrás mía y me abraza, rodeándome el estómago.
- Eres tonto, ¿lo sabes, verdad?- le susurro, no soy capaz de hablar en un tono normal sin que me tiemble la voz, no con Michel posando sus labios en mi cuello.
Él se limita a achucharme con ternura. Al cabo de un rato, me pregunta:
- ¿Estás nerviosa?
Me giro entre sus brazos, y le miro a los ojos.
- Sí- ¿De qué sirve mentirle?
- No lo estés- me dice.
- ¿Lo estás tú?
Sonríe.
- Sí.
- Eh, eso no es justo. A penas tienes motivos para estar nervioso.
- ¿Y tú sí? Tienes más coraje que ninguno de nosotros.
- ¿Y qué?- sé que piensa que no soy nada positiva, pero es la verdad- el combate simulado ataca nuestros puntos débiles. Y te aseguro que yo tengo muchos más que tú.
- Eso no lo puedes saber hasta que no estés allí, además...
Sigue hablando, pero ya no le escucho. Un poco de luz entra por uno de los ventanales, y le alumbra media cara. Me fijo en su brillante ojo verde, iluminado. Sus cejas, fruncidas en este momento. Su pelo castaño oscuro cayéndole sobre los ojos, como a Gale cuando era más joven. Su lunar en la mejilla izquierda, cerca de la mandíbula. Es alto, bastante más que yo. Un hormigueo me recorre la yema de los dedos cuando le acaricio el rostro.
- Oye...¿Me estás escuchando?- pregunta.
Risueña, alzo la cabeza, y le beso. Ya no siento nervios, pero sí algo en la boca del estómago. Algo cálido y dulce. Él responde al beso encantado. Al rato, sin a penas darme cuenta de lo que hago, paso una mano bajo su camiseta y se la coloco en el abdomen, duro, bastante duro. Él suelta un suave gruñido, que me hace sonreír contra sus labios. Michel imita mis movimientos acariciando el trozo de piel de mi cadera visible entre la cinturilla de mis pantalones y mi camisa. La sensación de calidez se extiende por todo mi cuerpo, convirtiéndose en algo caluroso. Mi respiración se acelera, y también la de él. Pero, entonces, emitiendo algo entre un quejido y un gemido, Michel se separa de mí.
- ¿Qu..qué?- pregunto, con la respiración entrecortada.
Le lleva un rato contestar. Primero, aparta su mirada, y, después, cuando se decide a hablar, entierra la cara en mi pelo.
- Es solo que...Prim, quiero hacer las cosas bien. No quiero que vayamos demasiado rápido y después todo se desmorone. Como el típico romance adolescente. Cuando estoy contigo...me cuesta controlarme- me mira a la cara y sonríe a medias, pero la sonrisa no le llega a los ojos.
- Solo que el nuestro no es precisamente el "típico romance" ¿no crees?- intento ignorar lo último que hadicho, debo de estar muy sonrojada.
- Lo sé, lo sé...y, te lo juro, no hay nada que quiera más que estar contigo. Pero...vamos a ir despacio, ¿vale? No quiero estropearlo.
-Si eso es lo que quieres...
Por una vez, soy yo la que esta ahí para tranquilizarlo. Le acaricio el pelo, y él se queda embobado mirándome.
- Te han salido pecas- comenta, de repente.
- ¿De verdad?- no me había fijado.
-Sí- me sonríe- te hacen...adorable, más aún.
Me vuelco a sonrojar ¿Cómo soy capaz de sonrojarme después de lo que ha pasado hace un momento? Él se ríe.
- Me voy, nos vemos en el comedor.
Me da un último beso en la frente y se va.
Voy a mi habitación. Cuando llego, mi madre está al lado de su mesita de noche, ordenándola.
- Hola, cariño- se acerca, y me abraza.
Desde que volví y me liberaron, me he unido mucho más a mi familia. Sobre todo a Finnick.
- ¿Que tal el entrenamiento?- me pregunta.
- Pff, como siempre...- intento disimular, pero me lee el pensamiento.
Me mira fijamente.
- ¿Estás nerviosa por lo de mañana? No deberías, pase lo que pase, tú no vas a ir a por Allison ni nada de eso. Estás segura aquí, todos lo estáis, lo prometo.
Asiento, en silencio. No le pienso decir que mis intenciones son exactamente las contrarias. Se le partiría el corazón, al igual que a mi padre. Nunca me lo ha contado a fondo, pero sé que estuvo en la guerra. Sé quién fue ella, por lo que pasó. El dolor y la depresión por la muerte de una tía a la que nunca conocí, y la que me dio mi nombre. La perdida de Gale durante años, hasta que un día volvió, el día de la boda de mis padres. De todo esto me he enterado por mi padre, Haymitch o los chismorreos de Effie. Sé lo mucho que le duele a mi madre sacar el tema. Así que no lo hago.
- ¿Dónde está Finnick?
- En el baño.
Justo en ese momento, abre la puerta.
- ¡Prim!- me sonríe.
No nos hemos peleado ni una sola vez desde que llegué, ¿Como hacerlo? Cuando le ví ahí en el comedor, corrí como una loca para abrazarle. Recuerdo como llorábamos los dos, juntos. Me agacho un poco mucho menos que antes, la verdad y lo levanto del suelo.
- Ufff, estás creciendo, enano- le digo para chincharlo.
- Ehh, ya mido 1'47.
- ¿Qué? ¿En serio?- lo recordaba mucho más bajo.
- Estoy dando el estirón por adelantado- me dice.
- Bueno, no te confíes mucho- le revuelvo el pelo.
- Teniendo en cuenta que él tiene 8 años y tú casi 16, dentro de unos años te habrá superado- dice la voz de mi padre a mi espalda, no lo había oído entrar.
- No es justo- murmuro por lo bajo.
Como odio ser baja. Después, entro en la ducha y me quedo un rato dejando que el agua me moje el pelo. Me ha crecido bastante. Liso y oscuro, como el de mi madre, me llega a la parte baja de la espalda. Al vestirme y salir, los tres me están esperando para ir a comer.
- Venga, al comedor todos- mi padre nos abre la puerta, sonriente.
Al pasar, me fijo bien en su rostro, y descubro una coincidencia más entre nosotros aparte de los ojos azules. Tiene varias pecas bajo los ojos, tan diminutas que a penas se ven. Quizás de ahí las he heredado.
* * * * *
Estoy esperando para entrar a mi cuarta prueba. Después de realizar las dos primeras esta mañana, y la tercera hace unas tres horas, solo me queda la última. En los bancos de espera solo quedamos Michel, Hannah y yo. Estoy tan nerviosa que no noto las manos de Michel rodeando las mías. Mike entró hace unos 15 minutos, dentro de nada voy yo. He visto a Hannah mirar nuestras manos de reojo un par de veces. Nadie dice nada, solo oigo los latidos de mi propio corazón.
- Primrose Mellark- una voz procedente de no se sabe dónde retumba en la sala, llamándome.
Me levanto y me dirijo a la portezuela por la que han entrado los demás. Michel me desea suerte, pero yo sigo andando, sin mirarle. ¿Por qué no le he dado las gracias? Parece una tontería, pero solo pienso en eso hasta que llego a la entrada. Justo antes de pasar, me doy la vuelta, y le sonrío.
Muy bueno pero enrealidad tendria que ser Primrose Mellark pero solo es un detalle
ResponderEliminarUy, pues es verdad JAJAJAJAJ Lo siento, se me ha ido la olla.
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