jueves, 13 de junio de 2013

Capítulo 12: La huida





Me despierto poco a poco, los párpados me pesan. A pesar de haber dormido unas cuantas horas me sigo notando derrotada. El cuerpo me duele entero, y los recuerdos del día anterior no me ayudan para nada a aliviarme. Me quedo sentada durante unos momentos y miro a mi
alrededor, algunos débiles rayos de sol se cuelan por entre las ramas. A mi lado, apoyado en un árbol, está el soldado rebelde que ayer me salvó la vida, y sin embargo no sé ni como se llama...
- Buenos días- me saluda sin levantar la mirada hacia mí, está ocupado manoseando su arma.
- No me has dicho como te llamas- le doy por toda respuesta.
Levanta la cabeza y me mira.
- Alec... Alec Odair.
Al principio me sorprendo un poco, no es que no hubiera sospechado ya que era el hijo de Finnick Odair, pero tampoco esperaba que me lo dijera tan directamente. Como ve que no añado nada más, vuelva a bajar la cabeza y sigue con lo suyo.
No me gusta el sitio en el que nos encontramos, hubiera preferido dormir en lo alto de un árbol, pero Alec insistió en seguir con los pies en la tierra, estuvimos alrededor de una hora buscando el lugar adecuado, al final dimos con un una concentración de árboles con espesas ramas desde la que, según Alec, no nos podría ver desde fuera. La idea no estaba mal, el problema es que nosotros tampoco podíamos ver desde dentro.
- Toma. debes de estar hambrienta- me ofrece un jugoso trozo de pavo.
- Gracias- la verdad es que se me estaban empezando a retorcer las tripas.
Comemos en silencio durante unos minutos.
- Está bien- empieza a decirme- tenemos que salir ya. Hay que llegar a la base rebelde, está a bastantes kilómetros de aquí.. Debemos ir andando, porque avisar llamar a unos aerodeslizadores sería muy arriesgado ahora que nos están buscando, así que podríamos tardar como mínimo dos días en llegar.
- Yo no voy a ningún lado, tengo que buscar a Finnick.
Él hace una mueca con la cara, se ve que no es de esas personas que poseen una gran paciencia, pero aún así intenta controlarse.
- Mira...Prim, esto...
- MIRA NADA- le interrumpo a gritos- SI PIENSAS QUE VOY A IRME TAN TRANQUILA CONTIGO MIENTRAS TIENEN A MI HERMANO ESTÁS MUY EQUIVOCADO.
- CÁLLATE. Deja de hacerte la heroína, ¿vale? Ahora mismo hay soldados rebeldes buscándole por todas partes, y ellos le van a ser de mucha más ayuda a Finnick que tú. Entiendo que quieras proteger a tu hermano, pero ya bastante nos ha costado enconarte a ti como para que ahora corras a matarte intentando salvarlo.
- Me da igual, él es mi hermano.
- Eso no cambia las cosas. Lo siento Prim, pero tengo instrucciones de llevarte a la base rebelde.
- No.
- No tienes elección.
Nos quedamos los dos de pie, retándonos con la mirada. Me mira como si esperara que fuera a echar a correr. Pero no voy a ser tan idiota, no tengo ninguna posibilidad de escapar. Al cabo de un rato me canso, en este momento no tengo ninguna opción, pero no pienso irme con él. Ya planearé algún modo de escapar cuando no se de cuenta. Lo importante ahora es que crea que he cedido.
- ¿Piensas quedarte ahí plantado todo el día?- le digo con furia.
Por un momento parece desconcertado, pero después me echa otra mirada no más agradable que la mía y empieza a caminar hacia el norte.
- Por aquí- me dice sin mirarme.
Y sin una palabra más, los dos empezamos a andar.

No se cuanto llevamos caminando, horas diría yo, pero aun así tengo la sensación de que no hemos avanzado nada. El bosque no parece acabar nunca, cada árbol es igual al anterior, es como si estuviéramos encerrados en una caja de cartón. aún tengo el golpe en la cabeza que me hizo Allison, la herida no sangra, pero e todas formas duele. a eso se le añade el dolor de las muñecas y los tobillos por haber permanecido tanto tiempo atada a una silla, y el llevar andando horas sin descanso no ayuda mucho.
No es que sea una persona con poco aguante, precisamente he ido al bosque muchas veces. Pero cada uno tiene sus límites, y yo noto que como no pare de un momento a otro, me acabaré desmayando.
Al cabo de unos minutos Alec se detiene y me mira.
- Ya han pasado un par de horas desde mediodía, deberíamos comer algo.
- Vale- le contesto sin poner objeciones, parece que por una vez estamos de acuerdo en algo.
- Voy a cazar algo, ahora vengo- empieza a caminar en dirección contraria, pero justo en ese momento se detiene.
-¿Qué?
Se acerca a su mochila sin contestarme, la abre y saca una cuerda. No entiendo nada.
- ¿Se puede saber qué haces?- digo con un deje de enfado.
- Lo siento Prim, pero, ¿No creerás que voy a dejarte aquí sola para que en cuanto me de la vuelta salgas corriendo, verdad?
Me quedo muy sorprendida, la verdad es que no se me había ocurrido la manera de escapar aún. Y lo cierto es que hubiera sido muy fácil...
- ¿Y que pretendes? ¿atarme a un árbol?- le digo con un tono de diversión.
- Eso es exactamente lo que pienso hacer- y sin más se acerca a mí, me agarra con fuerza y me lleva hasta el árbol más cercano.
- SUÉLTAME, ESTATE QUIETO, ¡NO!- mis esfuerzos no sirven de nada, y antes de que me de cuenta estoy sentada en el suelo con la cuerda alrededor de mi pecho y cintura aplastándome contra el árbol.
- Lo siento, pero es culpa tuya que estés así- Comienza a reírse y se empieza a alejar.
- Alec, ¡Suéltame!, no me voy a escapar, ¡POR FAVOR!- le grito a la desesperada.
- Ahora vengo, y este quieta que te vas a hacer daño- Se da la vuelta y desaparece detrás de unos matorrales.
- IMBÉCIL- pero no sirve de nada, porque si me ha oído, ha decidido no contestarme.
Me retuerzo cabreada, pero por mucho que lo haga no voy a conseguir soltarme. Cierro los ojos e intento tranquilizarme. Esta era la oportunidad perfecta. empiezo a acariciar la cuerda con los dedos, si tuviera algo con qué cortarla...
Vuelvo a abrir los ojos de golpe. Levanto mi pierna derecha y estiro mi mano, pero no alcanzo la bota. No obstante, empiezo a sonreír, ayer por la noche, cuando Alec dormía, me aseguré de coger uno de sus cuchillos, no iba a estar indefensa, ¿no?
Empiezo a mover la pierna con desesperación, el mango del cuchillo empieza a asomar por la bota, un poco más... el cuchillo cae al suelo con un golpe seco. Me precipito a agarrarlo, lo levanto y lo acerco a las cuerdas. Están mucho mas duras de lo que creía. Pero al final consigo cortar la primera. Ahora puedo respirar mejor, y sigo cortando. Después de unos quince minutos ya tengo todas las cuerdas que me oprimían la cintura y el estómago cortadas. Y no tarde mucho más en tenerlas todas. Me levanto con algo de dificultad, ya ha pasado como una media hora, y Alce tiene que estar al llegar. Rápidamente cojo su mochila, yo la voy a necesitar más que él, me vuelvo a guardar el cuchillo en la bota y echo a correr lo más rápido que puedo.




Hooooola pequeñ@s sinajos! Por fin os traemos el capítulo 12! Queremos pedir perdón por la tardanza, pero es que estamos de exámenes hasta arriba, pero por suerte, YA SOLO QUEDA UNA SEMANA DE CLASE. Ya veréis que en verano escribimos mucho más a menudo, un besazo :* ! 

1 comentario: